El Arte de No Quitarse
Mi graduación no es solo un acto académico.
Es la suma de muchos pasos: desde el niño que fui en la escuela hasta el ser humano que soy hoy. Pero, sobre todo, representa una etapa marcada por decisiones, dudas, cansancio, entre otros…
No les mentiré que las veces que me dije “no puedo” fueron muchas más que las veces que me dije “sí, voy a lograrlo”.
Hubo momentos de retos intensos como la salud, indecisión, frustración, y hasta perretas internas que no quiero seguir dándoles prioridad porque me invisibilizan mi valor.
Durante gran parte de mi maestría me enfoqué más en lo difícil que en mis logros.
Ahora que culmine y por fin me detengo a mirar, hubo tantas fortalezas:
Cada curso aprobado.
Las veces que me levanté aun cuando no quería.
Los aprendizajes compartidos con colegas.
El apoyo inmenso de mi familia.
Y el amor de mi prometida, que siempre estuvo ahí.
Cuando retomamos las clases presenciales de forma obligatoria, fue un poco chocante.
Empecé mi maestría en plena pandemia, y ni siquiera pude asistir a la graduación de mi bachillerato.
Volver a un salón luego del trabajo y de varios retos laborales no fue fácil.
Pero ¿sabes qué? No me arrepiento. Volver a aprender con otros, escuchar, presentar, participar, conectar…
fue volver a lo más valioso: el privilegio de educarme con todos mis sentidos abiertos al aprendizaje.
A lo largo del camino aprendí a ver mis privilegios y mi red de apoyo.
Comprendí que quejarme, a veces, me hacía olvidar que mis compañeros también cargaban lo suyo. Que cada historia en el salón era distinta.
Y que educarse no es solo un logro personal: es una manera de servir al país desde el corazón.
Como decía Ted Lasso (sí, esa serie que tanto me apasiona):
“Be curious, not judgmental.”
Ser más curioso que duro. Especialmente contigo mismo(a).
Hoy me alegra poder decirlo fuerte:
¡No me quité!
¿Y si me hubiera quitado? Esa es otra historia…
Pero lo que importa es que lo logré.
No importa cuánto me tardé, cuántos sacrificios hice o cuántos obstáculos encontré.
Busqué ayuda profesional, me sostuve del amor de los míos, y del de mi prometida, que estuvo en los días buenos y en los no tan buenos. Te amo. Gracias, por tanto.
Sé que estudiar no siempre parece una alternativa viable hoy día. El cansancio, las dificultades del país, las responsabilidades, lo económico… Pero créeme: vale la pena estudiar y aportar genuinamente a tu comunidad y a tu país. La esperanza no se rompe por lo que nos defrauda. Se rompe cuando dejamos de creer en nosotros mismos.
Estás haciendo lo mejor que puedes, con lo que tienes y con lo que puedes.
¡Voy a ti!